lunes, 30 de mayo de 2016

PIEDRA DE TICALACO


BRUJAS DE SAMA

EL BATAN DE LA PICANTERIA

"Hace muchos años atrás, existía en el Pago Aymara, una señora de edad avanzada, que se dedicaba a preparar picante de lo más sabroso. Por esos contornos, dicha señora tenía una moledora de tallado extraño, en el cual molía el ají todos los días para preparar el picante. Cuando la señora falleció, en las noches se escuchaba unos ruidos provenientes de la vieja casona, donde vivía la picantera. Algunas personas contaban que al pasar por el lugar, sentían como si alguien estuviera moliendo. Entonces alguien vio por casualidad, qué es lo que hacía ruido en las noches; era el batancito que se movía solo; porque en vida la señora había querido a su batán y a su casa en forma entrañable".

EL FABULOSO ENTIERRO DEL TESORO DE LOCUMBA

Según la leyenda en una esquina de la plaza de Locumba, guarda un fabuloso tesoro incaico, cuando todo el Tawantinsuyo enviaba oro para el rescate del Inca, un valioso cargamento atravesaba Locumba, llegó la noticia de que el inca Atahualpa había sido ajusticiado.

Desesperados los indígenas decidieron enterrar el tesoro en el alto Locumba, lo que es hoy la plaza del pueblo, pero dejaron el siguiente derrotero: primero encontrarán una llama, luego una canasta con un lorito, después las cargas de oro. Cada generación se fue transmitiendo este mensaje hasta que un grupo de osados tacneños fueron en búsqueda del codiciado tesoro.

En eso sobrevino el horrendo terremoto de 1868. El hallazgo cedió ante la amenaza del temblor que sepultó profundamente el tesoro, el cual sigue sepultado hasta la fecha. La gente del pueblo siente recelo ante la presencia de los que buscan tesoros, pues creen que puede repetirse otro terremoto y buscar el tesoro de los incas recaería otra maldición para los lugareños.

LA LEYENDA DE LAS VILCAS

VIvíance en Tacna los tiempos del cacicazgo. Eran épocas  de tranquilidad y sosiego, en las que el imperio de los incas, a base de trabajo y más una esquina trabajo, iba alcanzando una expansión paulatina.
En aquel entonces, el cacique de las  benignas tierras tacneñas era Apu Vilca, un hombre de carácter decidido y resuelto de quien no se podía esperar ningún perdón. Apu Vilca tenía una descendencia numerosa: sus primeros 13 hijos, fueron por coincidencia, varones. Una hija cerró tal atavismo en la familia Vilca. Ella fue la última y su padre la llamaba simplemente “Vilca”. Era su adoración. Desde niña, Vilca fue muy bella, obediente y laboriosa. Cuando llego la adolescencia, su padre la consagro al culto del Sol, integrándose al grupo de las acllas, jóvenes hermosas y de encantadoras voces que rendían permanentemente culto al dios.
Ante la llegada de Pachacutec al valle de Tacna, con el objetivo de expandir su imperio, Apu Vilca organizo los preparativos para la recepción del ejército imperial y alisto, para que se sumara a él, un contingente de jóvenes y fuertes muchachos. A la entrada briosa de los visitantes, comenzaron los festejos de bienvenida. Durante estos acontecimientos, el jefe Huacca demostró su interés por la hija de Apu Vilca, pero paradójicamente la hermosa Vilca respondía con reciprocidad las galanterías de otro audaz mozuelo, quien era un simple guerrero.
Apu Vilca consciente del interés del jefe Huacca por su querida Vilca, decidió dársela en regalo, pero cuando su hija se entero, ésta se negó rotundamente a aceptar y entre llantos y lamentos, conto a su padre que estaba enamorada del guerrero Sonocco.
Su padre, lleno de ira, ordenó llamar a Sonocco para que rechazara a su hija, pero Vilca advirtió la maniobra y, llevada por el rencor, trató de huir. Lamentablemente su padre, motivado por la ira, mandó a encerrar a Vilca en una de las nacientes del valle.
Con el llanto de la princesa los cerros se conmovieron y se arrugaron, y por las grietas del sol, Vilca pudo escapar por un forado, trepando a la cumbre del cerro Callata, en el noreste de Tacna. Desesperada por amor, se lanzó desde allí, cayendo de brazos abiertos y forma
ndo con su cuerpo una cruz en la tierra. La Madre Tierra se entristeció, y queriendo prolongar la vida de la joven, la convirtió en un árbol hasta entonces desconocido, al que los lugareños llamaron “Vilca”. Con el tiempo, las aguas que riegan Tacna se encargaron de diseminar las semillas que produjo la primera vilca por todo el valle, recordando en cada una de ellas  el espíritu indómito de la princesa tacneña que prefirió morir a vivir sojuzgada.

LOS ZAPATITOS DEL NIÑO

Hace poco tiempo recibimos la visita de uno de los viejos tacneños uno de los pocos que quedan y que guardan en si trozos vivos y palpitantes de la historia de nuestros pueblos; y nos contó la leyenda que en seguida: "Este ocurrió en los primeros años del presente siglo".
Los niños del barrio de la antigua avenida "Dos de Mayo" , se reunían las noches de luna, en grupos compactos, se iban a sus juegos en los jardines de la Plaza de Armas y de la vieja Alameda integrada siempre uno de esos grupos un niño de unos cinco a seis años de edad, bien trajeado y de hermosas facciones. Los niños del barrio no sabían su nombre pero eso no les interesaba gran cosa, el niño era alegre y cordial con sus amiguitos y en muchas oportunidades llevaba dulces o las llamadas "rosquitas", de agradable sabor, ensartadas, como cuentas de rosario, en delgados hilos, que obsequiaba muy generosamente a sus compañeros de juego.
Cuando ya retornaban de sus juegos, a hora determinada, "los mataperritos", se daban cuenta que el amiguito al llegar ante la antigua iglesia de San Ramon, les decía con cariñosa vocecita "Adios" y "desaparecía".
Después de una leve pausa nuestro viejo amigo reanuda su relato:- "Yo que me dedicaba al arreglo del altar de la Virgen del Rosario, patrona de nuestro pueblo, para la misa del domingo, me di cuenta varias veces que los lindos zapatitos de plata del niñito aparecían abollados y cubiertos de polvo o barro y las mediecitas rotas..."


-¿Qué había ocurrido?-"Algo muy sencillo". El niñito, en varias ocasiones, se escapaba de los brazos de la virgen, y se iba a "mataperrear" con todos los niños del populoso bario de Dos de Mayo, por los jardines de la Plaza de Armas y por los márgenes del viejo Caplina, que corría por el centro de la Alameda poblada de sauces y de molles centenarios y las bellas estatuas de mármol.

LA QUEBRADA DEL DIABLO


Cuenta la historia que un día dos viajeros cabalgaba por un antiguo camino. Tendieron unos cueros de carnero y a corta distancia dejaron los caballos, que se encontraban cansados por el largo viaje desde Tarata.


Al llegar a la medianoche, una densa camanchaca lo cubría todo. De pronto escucharon unos pasos que se acercaban: un desconocido estaba delante  de ellos y los invitaba a entrar en su mansión para pasar la noche. En ese instante los arrieros se dieron cuenta de que a pocos pasos se encontraba la construcción, y llevados por una fuerza mayor lo siguieron.
Ramón y Pedro, como se llamaban los arrieros, asombrados por lo que veían, mucha comida, frutas, licores finísimos y joyas de oro, asombrados dijeron delante del anfitrión “¡Jesús!”, y al instante desapareció todo. Al amanecer se dieron cuenta de que la mansión no existía y todo era como un mal sueño, sin entender qué les había ocurrido esa noche. Lo extraño es que cada uno al día siguiente tenía en una mano  una moneda de plata del tiempo del Rey. Entonces  asociaron al caballero de esa noche con el diablo.
Referencia de http://paraapreciarte.blogspot.pe/2011/10/mitos-y-leyendas-de-tacna.html